Sal a Pajarear es un programa de educación ambiental diseñado para niños. TAE Naturaleza desarrolló una guía con la colaboración de Barbara MacKinnon, pionera en la observación de aves en la Península de Yucatán. La guía contiene un listado de especies de aves residentes y migratorias, y de la primera a la última edición se han incluído un total de 450 especies.
Los niños que participan en el programa son niños que cursan la primaria, y la media va de los 9 a los 12 años. Hoy, el programa incluye a 359 niños, todos ellos miembros de las comunidades mayas de la Península de Yucatán.
El Coordinador del programa, Waldemar Santamaría, lleva quince años monitoreando y trabajando en la capacitación de voluntarios. Señala que dentro de los voluntarios, algunos son padres de los niños, algunos son profesores y tienen estudios universitarios, pero también hay quienes inician como aficionados y participan por el interés creciente que el programa genera en las distintas comunidades.
Lo virtuoso del modelo es que, al involucrar a miembros de una misma familia, y sobretodo a los más pequeños, pone al alcance una formación de nivel, para la observación y el estudio de las aves (el programa educa a la observación, catalogación y listado de las aves que se hallan en los alrededores). El programa suscita el apetito por conocer, y la solidez de esa experiencia lúdica dispone a la integración social, pues los niños de distintas familias y las distintas familias se entienden alrededor de las actividades del programa.
La mayoría de los niños que participan en el programa están escolarizados, pues el programa reclama la lecto-escritura para llevarse a cabo de la mejor forma. Sin embargo, ha habido unos cuantos casos de niños (de las comunidades de Holbox), para quienes la única formación recibida fuera de casa ha sido el programa Sal a Pajarear.
Esto nos muestra el potencial que tienen los programas de educación ambiental. Los niños mayas de la Península Yucatán encuentran no pocos obstáculos para llevar a cabo su formación escolar. Una de las más notables, es la no inclusión de la lengua maya en distintos programas.
La observación empírica tiene grandes ventajas: un recorrido, un par de binoculares y una guía, sirven como materiales para entrar en un mundo de conocimiento de la biodiversidad. Los niños entran progresivamente en el estudio de las aves a través de su propia sensibilidad y bajo la guía de voluntarios. La actividad se convierte en algo que es esperado cada semana, y poco a poco, los mismos niños se convierten en portavoces del cuidado de las aves de cara a sus amigos y padres.
Una de las tareas que tienen los guías voluntarios es elaborar el listado grupal de las aves observadas semanalmente; esas listas se suben a la plataforma de eBird, que forma parte del Cornell Lab of Ornithology. De este modo, Sal a Pajarear también se inserta dentro de una educación para la participación en la ciencia ciudadana.
Algunos de los padres, al ver cuán benéfico es el programa, han promovido que el programa sea incluido como materia oficial de educación ambiental. La causa de esto, es el enfoque de desarrollo integral que promueve el programa, en donde cada niño, su comunidad, y su entorno son importantes.
Siguiendo como eje el conocimiento de la biodiversidad, y adquiriendo ese conocimiento por medio de la observación, las actividades son placenteras. El programa sigue una estrategia poderosa gracias a la sensibilización y el acercamiento de los niños a la naturaleza; a entender la importancia de conservarla. La agentia (capacidad de actuar) que despierta en los niños, representa un valor significativo, tanto en los procesos formativos de los niños, como en el potencial para conservar la biodiversidad.