TAE nace como una respuesta de La Vaca Independiente a problemáticas y retos dentro del mundo del arte, la formación humana y la protección de la naturaleza. Como clave para este proceso integral, la metodología día (Desarrollo de la Inteligencia a través del Arte) ha sido aplicada, adaptándose a distintos contextos, y considerando propósitos concretos y necesidades específicas.

En sus veinte años de historia, TAE ha principalmente introducido estrategias educativas dentro de las comunidades mayas de la península. Con una visión sistémica, los programas implementados han fortalecido las redes de colaboración, y facilitado el despertar de una conciencia más aguda sobre la relevancia que tiene fortalecer la identidad maya, para valorar el patrimonio natural y cultural de niños, jóvenes y adultos de estas comunidades.

Si bien, es cierto que “el debate sobre las comunidades tiene raíces más profundas que aquel acerca de los ecosistemas”, y que “se encuentra en el corazón del debate sobre la totalidad de la subdisciplina de la ecología comunitaria”1, nosotros hablamos de ecosistema tomando en cuenta, no solo a la naturaleza, sino también a cada persona y la comunidad.

Esta visión del todo da espacio a cada individuo y a cada comunidad en su interacción con el entorno natural y cultural, con sus distintas cualidades y también con sus necesidades propias.

El trayecto formativo para niños, Sal a Pajarear, introduce a las generaciones más jóvenes a un método empírico de observación y estudio de las aves. Al mismo tiempo, los niños no están aislados, porque sus guías son expertos y aficionados que han recibido un entrenamiento para ser mediadores en la adquisición de este conocimiento.

Los padres y los hermanos también logran acceder a este modelo de aprendizaje, pues las familias dan seguimiento a las actividades de los niños, que por lo general ocurren en fines de semana o después de la escuela. 

Además, los jóvenes que forman parte del programa Baktún -un trayecto formativo que fortalece la identidad y el sentido del patrimonio cultural maya-, también son parte de estas mismas familias. Al involucrar a las generaciones más dinámicas, que son los jóvenes, Baktún es sin duda una columna vertebral que teje vínculos de aprendizaje propios al legado maya, no sólo entre jóvenes y adultos mayores, sino también con menores.

Por su parte, los niños de Sal a Pajarear no solo son el terreno fértil para aprender, gracias al programa de educación temprana; también se convierten en promotores de la educación ambiental, robusteciendo la consciencia sobre una identidad que puede y está llamada a reconocer la riqueza natural de la península en toda su extensión.

Este ecosistema, también incluye a jóvenes y adultos que participan en las iniciativas de salvaguarda y restauración natural de la Alianza para el Acuifero Maya, en donde TAE participa en la protección de cenotes, tesoros naturales y ancestrales de la península. Las iniciativas extienden la red humana de interconexión, pues involucran a pescadores y a otros trabajadores que son parte de las comunidades mayas.

Si lo pensamos como un ecosistema humano, descubrimos que la visión filosófica de TAE considera al ser humano como guardián del mundo cultural y natural: Está la red de niños, que son sensibles y conscientes de la naturaleza, y de la importancia que tiene cuidar su biodiversidad; están los jóvenes, que se convierten promotores culturales que valoran y reconocen el capital cultural de su legado, contribuyendo a su propio bienestar; y por último, están los monitores y guardianes de cenotes, que se vuelven modelos de referencia en la participación para la salvaguarda de la naturaleza. Este ecosistema de agentes culturales y de guardianes de la naturaleza no deja de evolucionar, generando nuevas y mejores interconexiones.

Un niño que ha seguido el programa Sal a Pajarear, puede ser guiado por un joven del programa Baktún; y en un futuro mediano se puede convertir en uno de ellos. Un joven Baktún puede reconocer el valor del trabajo que tiene ser guardián de cenotes, y en un futuro mediano convertirse en uno. De este modo, la cascada permite que los más pequeños puedan tener un horizonte como futuros conservadores del ecosistema de la Península.

Los retos crecientes, tanto de orden ecológico como de orden social, reclaman una comprensión sistémica de la interacción entre lo humano y la naturaleza, para poder intervenir en las distintas dimensiones y guiar hacia un desarrollo integral de la persona y del mundo. Entre más directas sean estas interacciones, sencillamente hay mayor salud y bienestar para todo el ecosistema.


1 Cf. Stanford Encyclopedia of Philosophy, Ecology, 2024.